Una aventura exitosa

¿Qué es lo que predestinaba a Monseñor Lefebvre, entonces un obispo sin funciones, a fundar una nueva sociedad sacerdotal, cuando ya había tantas en la Iglesia? ¿Una sociedad que iría a contracorriente de las ideas de apertura al mundo, de adaptación a las nuevas ideas y de progreso indefinido, lanzadas por el clamoroso concilio Vaticano II, y que encontraría a su paso desconfianza y persecución casi en todas partes…?

El candelabro y la picota

Y, sin embargo, veinticinco años después de la muerte de su fundador, la Fraternidad sacerdotal, provista ya de casi seiscientos sacerdotes, sigue adelante en una Iglesia en plena tormenta. Rechazado por el papa y por la jerarquía, relegado sociológicamente, este instituto de sacerdotes católicos consigue construir bastiones de cristiandad, constituir una élite de cristianos conquistadores, alentar a las familias con numerosos hijos, abrir escuelas integralmente católicas, organizar peregrinaciones y manifestaciones de fe. Por todas partes se acondicionan capillas, se abren iglesias para los fieles de toda condición, raza o lengua, unidos por una misma profesión de fe católica y en una misma adoración litúrgica.

‘Subiré al altar de Dios, del Dios que alegra mi juventud’

Ya sea en pobres capillas improvisadas, como en iglesias restauradas o construidas de nuevo, todos se encuentran al pie del altar vuelto hacia Dios, con la mirada fija en el sagrario. La liturgia tradicional se despliega majestuosamente, dando al recogimiento y a la alabanza del Dios tres veces santo todo el lugar que se merecen.

La obra de las obras

Esta liturgia de siempre, por su acción sagrada, hace realmente presente al Dios de la Eucaristía, fruto del Santo Sacrificio de la Misa, misterio de la fe, en el que Jesús, Sumo Sacerdote, reactualiza y perpetúa su sacrificio del Calvario. Este es el tesoro que el arzobispo emérito de Tulle quiso transmitir en el transcurso de toda su vida sacerdotal. Esta es la razón de ser de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X.