La obediencia en una Iglesia en crisis

Desde sus años de seminario, la preocupación constante de Marcel Lefebvre es inscribirse en la continuidad de los juicios de los papas, y no tener ninguna idea personal; quiere simplemente ser fiel a «la verdad de la Iglesia, la que ella siempre ha enseñado».

Acostumbrado a la obediencia a Roma, ¿puede Monseñor Lefebvre creerse ligado por orientaciones y leyes que vienen de la autoridad legítima, pero que destruyen la Iglesia? En casos como este, la fe debe prevalecer sobre una falsa obediencia.

Oposición a la subversión

A lo largo de todo el concilio Vaticano II, cuyas sesiones seguiría en su totalidad, asiste a maniobras magistrales que desvían el transcurso de esta asamblea hacia una verdadera revolución en la Iglesia. Reacciona entonces como un verdadero romano: para oponerse a la subversión del Concilio, funda un grupo de obispos, el Coetus, que corrige o rechaza los esquemas salpicados de errores. Después del Concilio, cuando Pablo VI, secundado por el Padre Bugnini, elabora en 1969 un nuevo rito de la misa, el Novus Ordo Missae, Monseñor Lefebvre preside un grupo de teólogos que redacta un Breve Examen Crítico del Ordo. Este trabajo fue aprobado por los cardenales Ottaviani y Bacci, y muestra el espíritu protestante que impregna esta nueva misa. Publicado en varias lenguas, el Breve Examen esclarece a muchos sacerdotes y los anima en su fidelidad a la misa de siempre.

La verdadera romanidad: continuidad de la doctrina

La verdadera romanidad no es una sumisión ciega a decisiones absolutas de la autoridad suprema, sino la fidelidad a su enseñanza constante y perenne, que es apostólica porque se vincula a la doctrina de los Apóstoles. Sólo en la medida en que el magisterio de hoy se inscribe en esta continuidad, es incontestable. Sin duda alguna, esta continuidad debe suponerse normalmente, pero en una época de crisis, como en tiempos de la herejía arriana, la continuidad de la doctrina pasa a ser el único criterio de su propia verdad.

Elegir entre dos Romas

Por esta razón, confrontado con la imperiosa necesidad de elegir, redacta el 21 de noviembre de 1974 una declaración (que luego se haría pública) de adhesión «a la Roma eterna, guardiana de la fe católica, maestra de sabiduría y de verdad». Por el contrario, se niega a seguir «a la Roma nueva de tendencia neomodernista y neoprotestante, que se manifiesta en todas las reformas que han contribuido y siguen contribuyendo a la demolición de la Iglesia».

Un magisterio infiel no es magisterio

«No hay nadie más aferrado que nosotros al magisterio de los papas, de los concilios y de los obispos. Y por eso no podemos aceptar un magisterio que no es fiel al magisterio de siempre. El magisterio es esencialmente continuo, tradicional. Es el objeto mismo del magisterio: transmitir el depósito de la fe. Eso no puede ponerlo nunca en oposición con lo que se ha enseñado antes. Así lo dice el mismo San Pablo: «Si yo mismo o un ángel del cielo os anunciase un Evangelio distinto al que os he anunciado, sea anatema» (Ga 1, 8). Lo que se ha enseñado primitivamente es la referencia. Ahora bien, Vaticano II dice cosas contrarias. Un magisterio infiel no es magisterio».

Wahre Romanität bedeutet nicht blinde Unterwerfung unter absolutistische Entscheidungen der höchsten Autorität[1 ], sie ist die Treue zu ihrem ständigen und unvergänglichen Lehramt, welches apostolisch ist, weil es sich an die Lehre der Apostel bindet. Das heutige Lehramt hat in dem Maße Autorität, in dem es sich in diese Kontinuität einordnet. Diese Kontinuität muss zweifelsohne normalerweise vorausgesetzt werden, in Zeiten der Krise jedoch, wie in der Epoche der arianischen Häresie, ist die Kontinuität der Lehre selbst das Kriterium ihrer Wahrheit[2 ].

Aus diesem Grunde verfasst Erzbischof Lefebvre angesichts der gebieterischen Notwendigkeit einer Entscheidung die Erklärung vom 21. November 1974, in der er betont, wie sehr er am Ewigen Rom hängt, „der Hüterin des katholischen Glaubens, am Ewigen Rom, der Lehrerin der Weisheit und Wahrheit“. Er lehnt es hingegen ab, „dem Rom der neomodernistischen und neoprotestantischen Tendenzen zu folgen, die eindeutig im Zweiten Vatikanischen Konzil und nach dem Konzil in allen daraus hervorgegangenen Reformen zum Durchbruch kamen und alle zur Zerstörung der Kirche beigetragen haben und noch beitragen.“

 

Niemand hängt mehr als wir am Lehramt der Päpste, der Konzilien und der Bischöfe! Und deshalb können wir ein Lehramt nicht akzeptieren, das dem Lehramt aller Zeiten nicht treu ist. Das Lehramt ist von seinem Wesen her kontinuierlich, traditionell. Das Ziel des Lehramtes ist es, das Depositum fidei weiterzugeben. Das kann niemals im Widerspruch stehen zu dem, was zuvor gelehrt worden ist. Der heilige Paulus sagt selbst: ‚Doch wenn selbst wir oder ein Engel vom Himmel euch ein anderes Evangelium verkündeten, als wir euch verkündet haben, so sei er verflucht!‘ (Gal. 1, 8). Der Bezugspunkt ist das, was von Anfang an gelehrt wurde. Vatikan II aber verkündet dem entgegenstehende Dinge. Ein ungetreues Lehramt ist kein Lehramt.

 

 




"Um der Ehre der Allerheiligsten Dreifaltigkeit willen, um der Liebe zu unserem Herrn Jesus Christus willen, um der Andacht zu allerseligsten Jungfrau Maria willen, um der Liebe zur Kirche willen, um der Liebe zum Papst willen, um der Liebe zu den Bischöfen willen, zu den Priestern und zu allen Gläubigen, um des Heiles der Welt, um des Heiles der Seelen willen: Bewahren Sie dieses Testament unseres Herrn Jesus Christus, bewahren Sie die heilige Messe aller Zeiten!“

Erzbischof Marcel Lefebvre, Paris, 23. September 1979



 


 

  • 1Offener Brief an Papst Johannes Paul II., mitunterzeichnet von Bischof de Castro Mayer, 21. November 1983, Mgr. Tissier, op. cit., S. 559
  • 2Hl. Vinzenz von Lerin, Commonitorium, Nr. 2