Por una verdadera acción católica
En 1955, Dakar es elevado al rango de arzobispado, y Monseñor Lefebvre se convierte en su primer arzobispo.
Proyecta entonces revitalizar la Acción católica, más cuando ya se había desviado en ese momento y veía en las reivindicaciones sociales un medio de apostolado. Al lema pragmático de «Ver, juzgar, actuar» de la A.C.O. y de la J.O.C. (Acción Católica Obrera y Juventud Obrera Católica), Monseñor Lefebvre opone la consigna de San Pío X: «Oración, estudio, acción». Por el estudio adquiere el militante los principios, y por la oración alcanza la gracia para ponerlos en práctica.
«Ciudad Católica» en Senegal
Establece en Dakar una célula de la Ciudad católica, una asociación de seglares fundada en Francia y vivamente impugnada por ciertos obispos, porque reagrupaba a seglares firmemente decididos a trabajar por el reinado social y político de Cristo Rey. Eran la pesadilla de los cristianos progresistas, permeables a las ideas liberales y socialistas. No obstante, el obispo invita a Dakar a su dirigente, Jean Ousset, y no tardan en abrirse células indígenas, con gran pesar del capellán de la A.C.O.
Monseñor Lefebvre sostiene y recomienda la Ciudad católica. Ve en ella un «vivero de animadores de acción católica animados del más puro espíritu de la Iglesia», un ejemplo emblemático de la acción católica tal como la concibió San Pío X para «restaurarlo todo en Cristo» en la sociedad civil.
Doctrina de las cartas pastorales
Las cartas pastorales y las directivas del arzobispo de Dakar a sus sacerdotes reflejan su doble formación romana y espiritana: ante todo solicitar por la oración la acción del Espíritu Santo en el alma del misionero y de aquellos a quienes es enviado; luego valerse prioritariamente de los medios sobrenaturales: predicación, catecismo, escuela católica, santa misa y vida sacramental, que deben pasar antes que los medios materiales, preferidos por las misiones de los no católicos; finalmente, organizar racionalmente el ministerio pastoral y apostólico, teniendo en cuenta los medios humanos y materiales disponibles.
«Nuestro Señor reinará en la ciudad cuando varios miles de discípulos estén convencidos de la verdad que se les transmite y de que esta verdad es una fuerza capaz de transformar todo.»
Monseñor Marcel Lefebvre,
Prefacio, Para que Él reine, Jean Ousset