La idea y la fundación
Desde la postguerra, en Mortain, Marcel Lefebvre comprueba que el sacerdote tiende a fundirse con el mundo, a perder su identidad sacerdotal. Las vocaciones, o más bien su florecimiento, comienzan a disminuir; en los seminarios, los teólogos en boga reemplazan a Santo Tomás de Aquino; las experiencias litúrgicas desacralizan el santuario; los sacerdotes recién ordenados se comportan demasiado a menudo como animadores sociales. Si la sal de la tierra se vuelve sosa, ¿con qué se la salará?
El sueño de Dakar
Mientras se encuentra en su catedral, el arzobispo de Dakar entrevé como en un sueño cuál debe ser la solución para renovar la Iglesia y la cristiandad:
Ante la degradación progresiva del ideal sacerdotal, transmitir, en toda su pureza doctrinal y en toda su caridad misionera, el sacerdocio católico de Nuestro Señor Jesucristo, tal como ha sido transmitido desde los apóstoles y tal como la Iglesia romana lo ha transmitido hasta mediados del siglo XX.
Fundación – En auxilio de las vocaciones
Cuando llega a París en 1962 como nuevo Superior de los Padres del Espíritu Santo, su reputación lo sigue: es el obispo misionero seguro de su doctrina y desprovisto de todo respeto humano, que sostuvo a la Ciudad católica de Jean Ousset, blanco de los ataques del núcleo dirigente del episcopado francés. Algunos jóvenes van a verlo: «No queremos perder nuestra vocación en los seminarios de Francia. ¡Haga algo por nosotros!»
El profesor Bernard Faÿ
En un primer tiempo, se contenta con enviar a esos jóvenes candidatos al Seminario francés de Roma. Por desgracia, el liberalismo reina ya allí. Pero en 1968, libre ya de su cargo de Superior general de los espiritanos, puede poner manos a la obra. Es la primera señal de la Providencia. La Universidad de Friburgo, en Suiza, dirigida por los Padres dominicos, fiel a Santo Tomás es una solución provisoria. Su amigo el profesor Bernard Faÿ, historiador especialista sobre la Masonería y la Revolución, lo invita a su casa en Friburgo, donde también se encuentra con Dom Bernard Kaul, abad cisterciense de Hauterive, y el Padre Marie-Dominique Philippe, dominico y profesor en la Universidad.
Monseñor François Charrière
Estos hombres eminentes empujan al arzobispo a tomar una decisión:
Bien, les dice, pasado mañana iré al obispado a ver a Monseñor Charrière. Si acepta, será la segunda señal de la Providencia.
El 6 de junio de 1969, el obispo de Friburgo acoge con los brazos abiertos a su amigo. Se habían conocido en Dakar, cuando, para agradecer a los católicos suizos por su generosidad en la ayuda a las misiones, Marcel Lefebvre había invitado al obispo a bendecir la iglesia recién construida de Fatick.
¡Cómo!, exclama Monseñor Charrière, ¿Monseñor Lefebvre por aquí? ¿Un seminario? Pero por supuesto, Monseñor: funde su seminario en Friburgo. ¡Busque una casa para sus seminaristas!
Los comienzos en Friburgo
Así es como, el 13 de octubre de 1969, nueve candidatos se presentan a la calle de Marly, donde Monseñor Lefebvre los acoge. Está solo, ya que el sacerdote con el que contaba para dirigir el seminario se ha echado para atrás al último momento. La Providencia ha decidido que el antiguo arzobispo y delegado apostólico, llegado a la edad del retiro, en la completa incertidumbre de su porvenir, comience de cero, lanzando él mismo solo un embrión de seminario.
El delegado apostólico y sus novicios
Ya tenemos ahí, pues, a Monseñor Lefebvre explicando cada tarde a sus novicios, después de sus clases en la Universidad, en la intimidad de la humilde sala de comunidad del Hogar Don Bosco, los rudimentos de la vida espiritual: Jesucristo, su sacrificio, la misa, el sacerdocio.