Doctor del Sacerdocio

Marcel Lefebvre, vicario de parroquia, misionero, obispo, delegado del papa, superior general de una congregación misionera, es un hombre de acción. Su inteligencia, sin ser demasiado especulativa, no deja por eso de estar impregnada de doctrina. Formador de sacerdotes, enseña la naturaleza profunda del sacerdocio católico, difundiendo por doquier su espíritu y sus virtudes.

Testimonio del Padre Victor-Alain Berto,

teólogo privado de Monseñor Lefebvre durante el Concilio Vaticano II:
 

Tenía el honor, grandísimo y muy inmerecido, lo digo delante de Dios, de ser su teólogo. El secreto que juré cubre todo el trabajo que hice bajo sus órdenes, pero no traiciono ningún secreto al decir que Monseñor Lefebvre es todo un teólogo, y un teólogo muy superior a su propio teólogo; y pluguiese a Dios que todos los Padres lo fueran como lo es él. Tiene un “habitus” teológico perfectamente seguro y afinado, al que su grandísima piedad hacia la Santa Sede le añade esa connaturalidad que le permite, aun antes de que intervenga el habitus discursivo, discernir por intuición lo que es compatible o no con las prerrogativas de la Roca que es la Iglesia. 

No se parece en nada a esos Padres que, como uno de ellos tuvo la cara de reconocerlo públicamente, recibían de manos de un “perito”, en el mismo vehículo que los conducía a San Pedro, el texto “ya cocinado” de su intervención “en el aula”. Ni una sola vez le he sometido una memoria, una nota, un borrador, sin que los haya repasado, retocado, repensado y a veces redactado totalmente de nuevo con su trabajo personal y asiduo. Yo no “colaboré” con él; si la palabra estuviese en el diccionario, diría más bien que “sublaboré” con él, según mi condición de teólogo particular, y según su honor y dignidad de Padre de un concilio ecuménico, Juez y Doctor de la Fe juntamente con el Pontífice Romano» (3 de enero de 1964).