La verdadera obediencia hasta el fin

A causa de su declaración del 21 de noviembre de 1974, Monseñor Lefebvre ve suprimida su Fraternidad San Pío X el 6 de mayo de 1975. Su apelación canónica contra esta medida es rechazada.

No colaborar a la destrucción de la Iglesia

Mas él sigue adelante y explica por qué:

Esta sanción no es más que un episodio de la inmensa lucha de dos siglos entre la Iglesia romana y los católicos liberales que quieren aliar la Iglesia con una sociedad sin Cristo, y que van de victoria en victoria. Someterme sería colaborar en la destrucción de la Iglesia. La ley está hecha para la vida; estas sanciones son medidas de muerte, de aborto espiritual.

Figura mediática sin quererlo

El cardenal Villot, Secretario de Estado de Pablo VI, no tarda en prohibir a todos los obispos la incardinación de los seminaristas de Monseñor Lefebvre en sus diócesis. El 29 de junio de 1976, por haber ordenado a 13 sacerdotes no incardinados, el arzobispo incurre en una suspensión a divinis. Muy dolido en un primer momento por la sanción, el arzobispo se recupera luego con esta broma: "Esta suspensión me priva de decir la misa… nueva". Finalmente, estas medidas, que habrían debido poner fin a la acción de Monseñor Lefebvre, le valen ser mundialmente conocido, y dan a su obra un impulso inesperado.

Para asegurar el espíritu inmutable del sacerdocio católico

A partir de entonces, proseguirá su misión hasta el fin. Para salvaguardar el sacerdocio católico y el verdadero sacrificio de la misa, el 30 de junio de 1988 procede a la consagración de cuatro obispos que continúen su obra. Escribe entonces a sus sucesores:

Puesto que la Sede de Pedro y los puestos de autoridad en Roma están ocupados por anticristos, la destrucción del Reino de Nuestro Señor se prosigue rápidamente dentro mismo de su Cuerpo Místico en esta tierra, especialmente por la corrupción de la santa misa, expresión espléndida del triunfo de Nuestro Señor en la cruz. (…) Les suplico que se mantengan aferrados a la Sede de Pedro, a la Iglesia Romana, Madre y Maestra de todas las Iglesias, en la fe católica íntegra.